Quién es tu GUÍA?

"Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu" (Romanos 8:5-6)

Te propongo un juego: Intentá decirme el número de teléfono de "Luis A. Lamarca" con la única condición de no buscarlo en ninguna guía telefónica. Te doy una pista: Es un teléfono de la ciudad de Córdoba... ¿Cuáles creés que son las probabilidades de que lo puedas saber?... yo diría que son de 1 en 1 millon (y me quedo corto)...

Si querés podés probar, empezá a marcar los números que creas que pueden ser el teléfono del tal Lamarca... Cuanto tiempo tardarías en adivinarlo?... cuanto dinero te costaría?.

Ahora, si en el mismo juego te permito utilizar la guía telefónica... ¿cuánto demorarías? Probablemente menos de un minuto, y sería un juego muy aburrido.

Muchas veces con las decisiones de nuestra vida intentamos adivinar la manera de proceder, decidiendo de acuerdo a lo que creamos conveniente, guiándonos de experiencias, emosiones, sentimientos, inteligencia... en fin, nuestra "carne".

La cuestión es que de esa manera estamos corriendo un gran riesgo de perder, y no sólo tiempo y dinero como en el caso de la llamada telefónica. El pasaje mencionado al inicio continúa diciendo en el versículo 6: "Porque el ocuparse de la carne es muerte; pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz"

Es decir que cuando aprendemos a depender de nuestro Dios, y dejamos ser guiados por su Espíritu sin dejarnos influenciar por las circunstancias, es cuando podemos sentir plena paz, aún en medio de la tormenta o el desierto... pero cuando nos valemos de nosotros mismos, ocupándonos a través de lo que nuestra carne nos dicta, corremos el riesgo de muerte espiritual.

Entonces, si para una acción intrascendente como es el hacer un llamado telefónico, utilizamos una guía para no correr el riesgo de equivocarnos, cuanto más debemos ocuparnos de buscar la guía perfecta para nuestras desiciones. En la Biblia es posible encontrar guía para cada asunto de nuestra vida.

Si queres ser llamado hijo de Dios, dejá que su Espíritu te guíe! (Romanos 8:14)