5/4/10

Segundas Oportunidades

"Entonces bajé a la casa del alfarero, y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija
que estaba modelando se le deshizo en las manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado bien.
En ese momento la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:«Pueblo de Israel, ¿acaso no
puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro? —afirma el Señor—. Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero." (Jeremías 18:3-6)

Cuando se presenta la verdad usando ilustraciones visibles y reales de la vida cotidiana, es fácilmente asimilada. El pasaje de hoy ilustra a la perfección esta metodolgía. El Señor deseaba hacer una declaración acerca de su trato con Israel. En lugar de simplemente enunciar el principio, mandó al profeta a que descendiera a la casa del alfarero para observarlo mientras trabajaba. Jeremías obedeció y comenzó a mirar al artesano. Con la destreza natural de quienes trabajan todos los días en el mismo oficio, el hombre tomó una masa de barro y la colocó sobre la rueda, para luego hacerla girar a gran velocidad. Remojando continuamente sus manos en agua, fue lentamente trabajando el barro, hasta que comenzó a surgir la forma de una vasija. Habiendo acabado con la forma exeterna, comenzó a surgir la forma de una vasija. Habiendo acabado con la forma externa, comenzó a vaciar el interior. En un momento sin embargo, se derrumbó el costado de la vasija. Con paciencia, el alfarero tomó lo que quedaba de su trabajo, lo amasó de neuvo y comenzó otra vez a darle forma.

En ese momento, el Señor le hablo al profeta: "Así hago también con la obra de mis manos", le dijo. En un instante, Jeremías captó la escencia del espíritu perseverante que caracteriza a Dios, un Dios que no se da por vencido cuando las cosas se hechan a perder. Al contrario, no desvía su intención de hacer algo útil del barro. Comienza otra vez a trabajar hasta que consigue lo que quiere.

Este principio sublime debe tener profundo significado para los que estamos sirviendo dentro del pueblo de Dios. En primer lugar, porque nos anima a creer que aún cuando cometemos los peores errores, siempre existe la oportunidad de volver a empezar. El hehco de que Moisés asesinara a un egipcio, no desvió el plan de Dios. El hecho que Elías huyera al desierto y pidiera la muerte, no llevó al Señor a abandonarlo y buscar otro profeta. El hecho de que Pedro negara tres veces a Cristo, no llevó al Señor a desechar al apostol de la obra para la cual lo había llamado. En cada uno de estos casos, el alfarero divino simplemente tomó lo que quedaba de su obra original y le volvió a dar forma.
Así también en nuestras vidas; él podrá redimir aun nuestras más groseras faltas.

Cuando Él ha escogido a alguien, nada ni nadie podrá descarrilar ese proyecto, aunque pueda haber muchos contratiempos en el camino
- Alza tus ojos, Christopher Shaw-
No dejes que los errores del pasado condicionen los propósitos de tu fututro.
Seamos barro en manos del alfarero!

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